REINSTAURACIÓN EN MADRID
Ante la demanda de la ordenación de diáconos permanentes proveniente de distintos sectores de la Iglesia Diocesana de Madrid y para dar respuesta a estas inquietudes, se nombra una comisión que realiza un borrador preparatorio para que en el Consejo Presbiteral de la Archidiócesis sea planteada en su reunión de 8 de marzo de 1982 la reinstauración de este ministerio en la diócesis.
Se aprueba en líneas generales esta reinstauración con la propuesta de elaborar previamente un directorio de instauración siendo encomendada dicha tarea a una comisión de presbíteros diocesanos presidida por el Delegado Episcopal de Agentes de Pastoral. El 16 de enero de 1984 el Consejo Episcopal aprueba en líneas generales dicho directorio de instauración sumando una serie de observaciones y sugerencias, para ello el Señor Arzobispo Don Ángel Suquia nombra una comisión presidida por el Señor Obispo Auxiliar Don Alberto Iniesta para poner en práctica los criterios de selección y formación del directorio para la instauración del diaconado permanente en la Archidiócesis de Madrid y Alcalá. Por otra parte, el directorio de instaruración en España nos señala que “se crearán estructuras necesarias como la creación de una Comisión diocesana para el Diaconado Permanente y el nombramiento de un responsable”[1], que en el caso de Madrid recae sobre el presidente de esta Comisión. Se señala que estará integrada por varios presbíteros y en su tiempo también por diáconos bien experimentados.
Las funciones que puede desarrollar el diácono madrileño se desprenden de las tres funciones pastorales propias del ministerio ordenado realizándolas desde la misión recibida directamente del obispo y en comunión con el y su presbiterio:
- El servicio de la Palabra , Homilías, Catequesis, Pastoral, enseñanza religiosa..etc
- El servicio litúrgico, impartir solemnemente el bautismo y el matrimonio, celebraciones de la palabra, exposición y bendición eucarística, ritos de exequias…
- Servicio de la caridad a los más pobres o más necesitados de liberación.
Sobre la elección de los candidatos al D.P se tendrá que tener en cuenta que partiendo de la experiencia religiosa de la escucha de la llamada de Dios en Cristo, para, desde el seguimiento como discípulo ser testigo de salvación en el servicio a los hermanos. Además de esta vocación se tendrá en cuenta lo siguiente: El sí generoso del candidato y el visto bueno tras el discernimiento de la Iglesia a través del Obispo y las personas por él asignadas. “El bautizado que se dispone a recibir el diaconado lo hace en primer lugar, porque en su manera de ser tiene una actitud y una aptitud, una disponibilidad y algunas cualidades que indican que podría hacerlo y quiere hacerlo, contando con la ayuda del Espíritu y para el mejor servicio de la comunidad. Si a esto se añade la oferta a la comunidad y la aceptación de ésta, rubricada por el obispo que coordina y representa a todas las comunidades, todo ello le da, aun bajo el aspecto de experiencia de rol y de imagen social, una estabilidad y una continuidad que explican el que, de hecho, se pueda suponer que su papel en la comunidad cristiana tiene una importancia y una repercusión habitual que no tendría de otra manera, si se limitara a echar una mano de cuando en cuando, sin una misión eclesial y sin una ayuda sacramental[2]”
Para la Iglesia de Madrid, se incide que pueden ser diáconos permanentes los jóvenes solteros que aceptan el compromiso del celibato perpetuo y los hombres de edad más madura, que tras cinco años por lo menos de vida matrimonial deseen asumir este ministerio.
La edad mínima para la ordenación se establece en 25 años para el candidato soltero y de 35 para el casado con las dispensas tratadas anteriormente. En cuanto a la edad máxima, la Conferencia Episcopal señala que “la edad máxima quedará fijada alrededor de los 60 años”.[3]. Aunque en el directorio de la Archidiócesis de Madrid no hay dictada numéricamente una determinada edad máxima, si dice que será la Comisión Diocesana del D.P “la encargada de decidir en cada caso, contempladas las circunstancias de edad y salud del candidato”[4] cabe resaltar que el margen de edad da una ratio pequeña, entre 35 y 60, de tan solo 25 años, lo que limita considerablemente el número de candidatos que cumplen estos requisitos.
Un cuestión importante es saber si está madurada esa vocación a la vida diaconal, y se señala que por medio de tres vías puede el candidato descubrir la llamada de Dios al ejercicio de este ministerio:
- A propuesta del Obispo o los Presbíteros, por necesidades pastorales, a alguna persona suficientemente conocida y experimentada en tareas apostólicas.
- Por parte de una comunidad cristiana en la que el candidato vive su fe y practica el testimonio cristiano.
- Por el deseo personal del candidato.
Se señala la exigencia de estabilidad en el destino pastoral, y más aún si éste es casado.
No debe nacer esta vocación como vía para aquellos que no son aptos para el presbiterado y se exigen determinadas actitudes personales, humanas, sociales y cristianas notables. Deben ser psíquicamente personas equilibradas. Deben tener vida profesional estable y un trabajo compatible con las exigencias del evangelio. Si están casados deben manifestar dedicación a la familia como esposos y si tienen hijos como padres. La mujer debe además de dar el consentimiento formal para la ordenación de su marido, ser capaz de compartir y colaborar con el en las tareas y exigencias propias del ministerio.
La archidiócesis señalan, las Normas de instauración, designará una comisión[5], que actualmente coincide con la Comisión Diocesana del D.P para la formación de los diáconos permanentes, que en relación con el seminario conciliar y la facultad San Dámaso precise los contenidos y etapas del plan de formación.
Al profundizar en los posibles estados de los candidatos nos encontramos con peculiaridades entre el Directorio de Madrid con el de la Santa Sede, al subrayar el Pontificio que está indicado , “ante todo para solteros o viudos” [6] mientras que el madrileño señala que “aunque los candidatos pueden ser célibes o casados, la experiencia actual parece indicar la procedencia mayoritaria de los casados, orientándose más bien los célibes hacia el presbiterado”[7]. Cabe subrayar que la vocación diaconal es distinta a la prebiterial, por lo que no se entiende que aquel que siente la llamada al estado diaconal, por el hecho de ser soltero, sea orientado a otra vocación distinta, la presbiteral. “No se trata de suprimir a los presbíteros, cuyo ministerio sigue siendo muy importante e indispensable a la comunidad, pero que está siendo resituado y reformulado en el rol eclesial, sino de llenar un inmenso espacio pastoral entre aquéllos y el pueblo de Dios, frecuentemente vacío por imposibilidad tanto material como vocacional por no haber suficiente número de presbíteros ni tampoco la suficiente cercanía, sintonía y digamos hasta contigüidad. Cuando el mismo vecino de enfrente de siempre, o el compañero de fábrica, o el dueño del bar de la esquina, sea el que entierre al hijo, o case a su hermano, pero profundamente, se habrá ayudado más a dar una imagen popular de Iglesia como pueblo y como comunidad que todos los sermones y pastorales que queramos pronunciar y escribir, sobre este aspecto que quiso conquistar el Vaticano II.”[8]
Se distinguen tres etapas fundamentales en la formación del diacono.
1. Presentación y admisión a la formación
- Formación
- Ordenación y misión.
- Presentación del diácono y admisión del mismo a la formación: Cuando el candidato presenta la petición a la Comisión Diocesana, comienza un proceso que no puede ser de más de un año de duración en el que el candidato con la compañía y el consejo de alguún sacerdote reponsable reflexionará sobre la llamada recibida. Se señala la importancia de la participación de la mujer del candidato en el caso de casados e incluso la de los hijos si la edad lo aconseja.
La Comisión Diocesana debe solicitar toda la información necesaria sobre el candidato para decidir sobre su acceso. Así mismo la Comisión proporcionará los elementos formativos necesarios, lecturas, cursillos, etc.
Al acabar este periodo propedéutico la Comisión dictaminará si puede acceder a la formación en el caso de ser positivo el dictamen se iniciará el proceso de formación, celebrándose el rito de admisión previsto en el ritual de órdenes.
- Formación del diácono permanente.
Este periodo no durará menos de tres años, pero se podrá proceder a una ordenación más rápida cuando el candidato posea una formación teológica de nivel superior, adquirida en algún centro eclesiástico[9]. En la Archidióceis de Madrid se exige al candidato los estudios de grado en ciencias religiosas (antigua diplomatura en ciencias religiosas) en el Instituto de Ciencias religiosas San Dámaso con duración de tres cursos lectivos. No existe en este instituto de C.C.R.R. ninguna especialidad específica para los estudiantes candidatos a diáconos permanentes, por lo que pueden elegir cualquiera de las ofertadas: enseñanza religiosa escolar, vida consagrada o pastoral. Esta formación se complementa con la impartida en el Seminario Conciliar, un sábado al mes .
Se señala que los estudios podrán ser posteriormente ampliados según la edad y condiciones del candidato y la misión a la que se destine.
Cabría señalar que la remuneración de la matrícula en el Instituto de Ciencias Religiosas con sus mensualidades son abonadas íntegramente por los candidatos, aunque cabe la posibilidad de que, según las circunstancias, sean gratuitos o becados.
El directorio incluso aborda el caso en que sea necesario para la integración de la propia personalidad del candidato la colaboración de especialistas en ciencias humanas.que le ayuden a orientar suficientemente los problemas humanos y sociales,
Se finalizará dicho periodo formativo con la institución de los ministerios de lector y acólito.
- Ordenación y misión:
Acabado el periodo de formación y tras el visto bueno de la Comisión encargada, el candidato podrá solicitar por escrito la ordenación al obispo. En el caso de los casados, la esposa dará también por escrito su consentimiento para la ordenación.
Una vez realizada esta solicitud, se realizará una amplia consulta a todas las comunidades y personas, tanto en ámbitos eclesiales como de vecindad o trabajo que han mantenido una relación cercana con el candidato.
El obispo será el último responsable para la ordenación una vez consultados lo anterior y la evaluación de la Comisión.
Si la decisión del obispo es positiva, el candidato que da admitido a las órdenes, iniciándose la preparación de las mismas. Con la ordenación el diácono queda jurídicamente incardinado en la Archidiócesis de Madrid y entra a formar para en el clero de la misma, aunque no abandone su vida y su profesión civil entre los seglares, a las necesidades propias y de su familia con los ingresos obtenidos de su profesión civil. Si por necesidades de la Archidiócesis tiene que limitar su actividad laboral para una mayor dedicación al mismo, la administración proveerá su economía siguiendo los criterios que rigen para los presbíteros.La Comisión junto con el Seminario proveerá una formación permanente a los diáconos.
El responsable de los diáconos de la Archidiócesis de Madrid es su cardenal-arzobispo y éstos están encuadrados en la Vicaría para el Clero, supervisado por un obispo auxiliar y el vicario delegado. La Comisión Diocesana para el Diaconado Permanente está presidida por un sacerdote que la forman él junto a cinco presbíteros. El presidente de la Comisión delega en un presbitero perteneciente a la misma a efectos organizativos de formación permanente y éste en su secretario, un diácono.
PRIMERAS ORDENACIONES
Los cuatro primeros diáconos de la archidiócesis fueron ordenados el 7 de diciembre de 1986 por el cardenal arzobispo de Madrid-Alcalá D. Ángel Suquia Goicoechea. Los candidatos D. Fernando Martínez Sabroso , D. Olegario Olayo Agustino, D. Juan García Biedma y D. Alejandro Cuesta Sacristán.[10]
Posteriormente en el seminario Conciliar fueron ordenados el 27 de octubre de 1990 por el entonces obispo auxiliar de Madrid-Alcalá D. Francisco José Pérez y Fernández-Golfín, D. Ramon Saa Echevarría, D. José Luis Gómez Toledo y D. Jesús Ruiz Gálvez.
Noticia en la prensa sobre la primera ordenación:
[1]Conferencia E. E.. Normas p.para la instauración del D. P. en España, oc. nº 10
[2] Alberto Iniesta. Obispo Auxiliar de Madrid Escritos en la Arena. Caritas Española. PPC.,1.980
[3]Conferencia E.E. Normas b.s para la formación d. .p. oc, p-19
[4] Directorio para la Instauración del D.P en la Archidiócesis de Madrid-Alcalá. IV a). pg 142
[5] D.I. del D.P en la A. de Madrid-A. oc,. V c). pg 144
[6] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 29b y Congregación para el Clero Directorium Pro Ministerio Et Vita Diaconorum Permanentium Directorio para el ministerio y la vida de los diáconos permanentes. El Estatuto Jurídico del diácono. de 22 de febrero del 1998. p.59
[7] D.I. del D.P en la A. de Madrid-A. oc,. V d). pg 144
[8] A.. Iniesta. PPC, oc
[9] D.I. del D.P en la A. de Madrid-A. oc,. V p. 145
[10] D. Fernando Martinez Sabroso que llego a ser Presidente de Cáritas de España,
D. Olegario Olayo Agustino, funcionario de Iberia con 19 hijos y 40 nietos
D. Alejandro Cuesta que al enviudar fue ordenado presbítero